Legado
Nuestro legado se funda en:
Virgen del Huerto
La devoción a la Virgen del Huerto tiene su origen en Chíavari hacia el año 1493, cuando la epidemia del cólera, venida desde Génova (Italia), había afectado a los chiavareses. Turquina ha logrado de María la gracia de ser liberada -junto a su familia- de dicha enfermedad. En señal de gratitud encomendó a Benito Borzone que pintara en la pared de un huerto la imagen de la Madre con su niño en actitud de bendecir.
Todos se acercan para honrar a la Virgen, para pedir, agradecer y alabar a Dios. Con el correr del tiempo la devoción decae, quedando ese lugar de fe casi en el olvido.
En 1609 María se manifiesta a Gerónima Turrio y salva a su hijo Bartolomé de los peligros del mar y de sus adversidades. En recompensa, madre e hijo junto a su amigo Lorenzo visitan el huerto y con un constante trabajo transforman el lugar en un verdadero centro de irradiación espiritual.
Al año siguiente, el 2 de julio de 1610 la Virgen se aparece al joven Sebastián Descalzo que será pregonero de una devoción mariana destinada a crecer en distintos rincones del mundo entero, llegando así a los cinco continentes.
San Antonio María Gianelli, el 12 de enero de 1829, funda un instituto religioso de mujeres, destinado a la atención de las niñas huérfana. Posteriormente, la Congregación asume el apostolado en hospitales y otras obras, las hermanas son llamadas Hijas de María Santísima del Huerto
San Antonio María Gianelli
San Antonio María Gianelli nace en Cereta, Italia, cursando sus primeros estudios en la escuela para niños fundada por el párroco de Castello. Desde 1846, fue obispo católico y canonizado en 1951.
Lectura teológica y espiritual de María Hortus Conclusus – 2 de julio de 1844
“Hortus Conclusus, fons signatus, emissione tuae Paradisus”
Repensando la cosa, y poniendo la mirada en el encargo que me fue confiado y midiendo, frente al mismo, las pocas y cansadas fuerzas, me pareció descubrir en éste místico Huerto de María, un aspecto totalmente nuevo, que no fue desarrollado todavía por mí, y creo que tampoco otros lo hayan hecho, al menos hasta donde yo sé.
Es una flor a la vista de todos, pero no por todos advertida, o mejor, es un fruto deseado por todos, pendiente y maduro, a los ojos de todos; pero, precisamente porque visto por todos, no es buscado, ni recogido todavía por ninguno.
Tomando prestadas las palabras más elevadas y misteriosas de los santos Libros, vosotros llamáis a María, Huerto totalmente celestial, Fuente, que es totalmente divina y cuyos maravillosos frutos son el agua, las flores y los frutos genuinos de paraíso.
Hortus Conclusas, oh María, Fons Signatus, emissiones tuae Paradisus…
He aquí la flor, he aquí el fruto que yo quiero recoger en este Huerto y que invito a todos a recoger conmigo…
Oh María, Madre de la Verdadera Sabiduría, si es verdad, como lo espero, que Tú me has inspirado, los conceptos, los modos, las palabras, me ayudarás a llegar al gran fin y mostrarás también en esto que Tú eres el Huerto celestial predicado por nosotros, en el cual todo es bello, todo es precioso, todo es divino, precisamente, todo es de paraíso”
María Madre!
Obtendréis todo de Ella, aún beneficios en el plano humano. Sin embargo, los beneficios en el plano espiritual son incontables.
“¡Ella está demasiado modelada sobre el corazón de Dios! ¡Ella es imagen de la Bondad Divina!; no puede no querer sino precisamente aquello que se quiere y se ama de Dios. Ella lo quiere, sin imponencia de majestad, sin lo terrible de la justicia. Es toda bondad, es todo amor. Es toda suavidad, nos dice San Bernardo, y no conoce rudeza; es una Madre empapada de misericordia y basta ser miserables para ser por Ella ayudados, confortados y salvados; salvados también en el cuerpo, pero sobre todo en el espíritu; más aún, ayudados y recreados según la carne, para que con ésta se salve el espíritu”.
Esta es María que ve Gianelli en los frutos, en las producciones del Huerto. Le brota el lenguaje del corazón.
¡Un Huerto privilegiado! Sí, dice Gianelli. ¡Pero acechado! Y ¡cuánto!
Pero, “María que lo quiere, siempre lo defendió de las insidias, el infierno fue siempre vencido, pero no dejó jamás de renovar los atentados.
Y aquí el Huerto de María es verdaderamente cada uno de nosotros; la misma historia de pecado y de justicia, de caída y de redención; pero, dice Gianelli, con garantía de victoria final, si está presente Ella: María. Y lo está.
“¿El santuario? Fruto de las persecuciones… el ser combatido es el verdadero signo que lo distingue entre tantos otros.
Pero el Huerto estaba cerrado y defendido por la protección de Aquella que en el cielo no sólo pide sino impera.
La fuente era sagrada y marcada por las huellas de María que, en los divinos consejos está destinada a confundir al ángel del abismo, y por esta razón todo debía prosperar y todo siempre prosperará en este Huerto tan querido por María, en este pequeño paraíso, que para tantas miles y quizás millones de personas es puerta, es escalera que lleva al Paraíso. Hortus Conclusus, Fons Signatus emissiones tuae Paradisus”.
La insidia del mal está siempre al acecho, como estaba al acecho del culto de María del Huerto en Chiávari.
Chiávari, Huerto de María, debe siempre temer las insidias del mal que lucha tenazmente en contra del bien. Pero, con Chiávari está María. Y con María, puede convertirse en un Huerto de Paraíso.
“Chiávari mía, cuando los asaltos son más feroces… más duros, muéstrate más intrépida, más valerosa y no dudes que el triunfo será mucho más magnifico y digno de la gran lucha. Esfuérzate entonces por merecerlo y no temas: María lo quiere, no puede faltar. No pierdas de vista el gran fin que siempre se propuso María: tu verdadero y sumo bien, la conquista de la vida que no muere jamás, de aquella gloria que jamás oscurece: el Paraíso.
Ella te ha plantado uno temporal y terreno, pero éste no es sino sólo una sombra del otro, una figura, un rayo, una suave emanación pálida, sí, lejanísima todavía, pero tal que, si en él te complaces y te apacientes, será un verdadero preludio de Paraíso que, en éste ya te asegura María.
María allí te llama, María allí te quiere.
Pasión: interés apasionado y vivo por aquello que consideramos sumo bien. He aquí el objeto de la pasión, de esta capacidad inconmensurable de amar y de conmoverse, es el Huerto de María.
Es el santuario de María, es toda Chiávari que, bajo la acción bendita de la gracia, por intercesión de María, se convierte en un Huerto bendito por ella.
“María te llama en este Huerto.
María te ama. Todos los favores que Ella aquí te dona, todas las gracias de las cuales te provee, toda la gloria que redunda en su nombre, todo te dice que María te quiere suya, pero toda suya, no sólo en la tierra que es demasiado poco, sino que te quiere suya en aquella feliz patria donde la paz es plena y la gloria sin obstáculos.
Cultiva entonces, cultiva este Huerto, que no es cosa toda terrena… Las flores despuntan desde lo alto, los frutos son celestiales, las emanaciones son divinas, son todas de paraíso, no anuncian sino el paraíso, no dicen otra cosa que paraíso. No quieren otra cosa que el Paraíso.
¡Reavivad la fe! Y con las pruebas demasiado evidentes que tenéis, que María plantó, María cultivó, María defendió, María protegió y glorificó éste su Huerto, aprended a conocer que es una cosa mucho más que terrena: es el Paraíso por el que suspiramos, es para nosotras camino, es medio, es puerta, es escalera, es un feliz preludio para quien lo frecuenta con fe pura, es dulce garantía para quien lo cultiva, para quien se acerca a la fuente sellada, para quien se alimenta de los frutos que en él maduran, para quien hace del Huerto su verdadera delicia…”
Todavía más intensa es la oración final a María:
“Oh María, dulce y amorosísima Madre, que tanto te complaciste de preparar y fundar este Huerto y tanto lo cultivaste…que fue paraíso de sobrehumanas delicias y tales que son suficientes para prometernos y hacernos desear las eternas.
María, que tu santa, dulcísima imagen, fuente de tantas gracias, marcaste con tantos prodigios, y aquí la plantaste como manantial de vida eterna; oh Virgen Santa, cumple tu gran obra y haz que no esté entre nosotras, ni venga jamás a este Huerto, quien no viene a buscarte, a encontrarte, a gustar aquel paraíso que tú plantaste.
Haz que nosotros lo encontremos siempre, que siempre podamos decir y cantar en vida, recordar en la muerte: Tu fuiste nuestra amorosísima Madre, nos nutriste y nos alimentaste en el Huerto de tus delicias, nos diste a beber en la fuente marcada por tus gracias; nos hiciste gustar así, un anticipo de las delicias del Paraíso, al cual nos atrajiste, del cual nos hiciste enamorar; el Paraíso de tu Huerto que nos hizo merecer el Paraíso del Cielo, y nosotros estaremos siempre contigo, en el paraíso.
“Hortus Conclusus, Fons Signatus”.
María, nuestra amorosísima Madre, manantial de vida eterna, nos nutre, amamanta, nos da a beber del torrente de sus delicias, nos hace gustar el sabor del Paraíso. Lo que emana de Ella es Paraíso.
En su seno bendito, Huerto cerrado, todo y sólo para Dios, ha florecido la justicia, Cristo Jesús, que Ella derrama, como fuente inagotable sobre nosotros”.
Una lectura teológica y espiritual simple, pero que abraza todo el misterio de María. En este panegírico se desencadena un apasionado vuelo lírico. Es la fuerza, el canto del corazón, de la plenitud del sentimiento. La fe se hace vida. Es la fe que se hace total acogida de Dios y de sus misterios, del misterio de María.
No sorprende el hecho que exista aun la ternura humana: “¡Chiavari mía!”.
Beata Crescencia Perez
María Crescencia Pérez fue una religiosa perteneciente a la congregación de las Hermanas del Huerto. El 17 de noviembre de 2012 fue beatificada en Pergamino por el cardenal Ángelo Amato, enviado especial del papa Benedicto XVI y el arzobispo Estanislao Esteban Karlic.
Oración para todos los días
Padre de Jesús y nuestro que por tu divino Espíritu haces florecer la santidad en la Iglesia, te damos gracias por tu Beata María Crescencia que te amó con sencillez y te rogamos que la glorifiques, para que su ejemplo e intercesión sirvan a la extensión de tu Reino y a la multiplicación de las vocaciones a la vida consagrada.
Concédenos, por su intermedio la gracia que con humildad te imploramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
(Formular la petición y rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria)
“Corazón de Jesús, por los sufrimientos de tu Divino corazón, ten misericordia de nosotros”